El alzhéimer: un padecimiento que no da tregua
Los seres humanos tememos a las enfermedades porque éstas pueden afectar en menor o mayor grado el funcionamiento de nuestro cuerpo o la mente: sentir una molestia física no es agradable ni lo es tampoco un deterioro cognitivo.
Éste último es propio del mal de Alzheimer, cuyo trastorno neurológico progresivo se caracteriza por la pérdida de la memoria, de la percepción y del sentido de la orientación, principalmente durante la senilidad de las personas. En esta etapa, alguien con alzhéimer sufre una demencia que incide en el pensamiento y el comportamiento.
La aparición del padecimiento puede ser provocado no solo por la edad, sino también por factores como la herencia genética (parientes consanguíneos cercanos con alzhéimer), problemas cardiovasculares, precedencia de traumatismos e incluso ser del sexo femenino, entre otros, que individualmente o aunados influyen en la suscitación de la enfermedad.
El alzhéimer
Generalmente, esta se asocia con el olvido de hechos o conversaciones pero hay varios otros síntomas que la representan: imposibilidad para efectuar más de una acción a la vez, dificultad para resolver problemas, la pérdida de habilidades sociales, entorpecimiento en el lenguaje, cambios en los patrones del sueño, depresión, conducta violenta, alucinaciones, hasta llegar a no reconocer a los miembros de la familia o amigos e incapacidad para realizar actividades diarias básicas (comer, bañarse o vestirse).
Para diagnosticar el alzhéimer deben estar presentes los síntomas mencionados pero también verificar que no existen otras causas que pueden provocar demencia, como anemia, tumor cerebral, infección crónica, intoxicación por medicinas, depresión grave, incremento de líquido en el cerebro, un accidente cerebrovascular, tiroides o deficiencia vitamínica.
El mal no tiene cura pero con tratamiento clínico puede mitigarse la aceleración de su progreso y manejar los problemas de comportamiento, confusión y problemas del sueño; sin embargo, al llegar a la última etapa la persona decae en la invalidez y puede fallecer, por lo regular, por una infección o una insuficiencia orgánica.
Desarrollo
La rapidez con que empeora el alzhéimer varía según el paciente, pero alguien puede vivir con esa enfermedad entre tres y veinte años e incluso la fase final puede durar algunos meses y hasta años. Con el devenir del tiempo, el enfermo dependerá cada vez más de sus familiares o cuidadores para llevar a cabo sus actividades personales.
Las personas que lo auxilian enfrentan un difícil reto que exige tolerancia, empatía, entrega, fortaleza mental y comprensión, puesto que una vez diagnosticado el alzhéimer, quien lo adolece se transforma poco a poco en una persona diferente a la de su vida previa al padecimiento. Los seres queridos atestiguan esa metamorfosis que degrada el comportamiento, el pensamiento y las capacidades físicas.
Ante las circunstancias duras que combaten los pacientes con alzhéimer y sus parientes, debe sobresalir el amor familiar como arma en la batalla que libran juntos: la unión de ellos y compartir las experiencias entre familias que sufren la misma situación contribuye a solidificar una base emocional y psicológica para hacerle frente de mejor manera a este mal que padecen casi 50 millones de personas en el mundo.
Organización Mundial de la Salud (OMS)
- On 15 septiembre, 2016